sábado, 2 de noviembre de 2019

Dios nos llama a la CONVERSION...Por Willy Hamel

Dios nos llama a la CONVERSION.
Por misioneros
Willy y Karina Hamel.
Red de Intercesores de América.



Definición de conversión. Conversión es un término con origen en el latín conversio que hace referencia a la acción y efecto de convertir o convertirse (hacer que una persona o una cosa se transforme en algo distinto de lo que es en primer lugar). ... La cristianización es la conversión al cristianismo.
Metanoia (del griego μετανοῖεν, metanoien, cambiar de opinión, arrepentirse, o de meta, más allá y nous, de la mente.
La conversion del apostol Pablo es una de las mas famosas de la historia del cristianismo.

Podia decirse que la  conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. 
La predicación pública de Nuestro Señor Jesucristo empezó con una llamada a la conversión: «se han cumplido los tiempos y se acerca el Reino de Dios; convertios y creed en la Buena Nueva« (Mc. 1, 15) Más adelante irá explicando las características del Reino, pero desde un principio se advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder entender el mensaje de salvación.
Pone a los niños como ejemplo de la meta a que hay que llegar. Hay que «hacerse como niños» o «nacer de nuevo», como dirá a Nicodemo (cfr. Jn. 3, 4) La conversación con la mujer samaritana es un ejemplo práctico de cómo se llama a una persona a la conversión. A Zaqueo, Jesucristo  también lo llama a cambiar de vida, a convertirse. Lo mismo hará con otros muchos. Convertirse también significa volverse a Dios. Implica dejar de seguir un camino para seguir otro. 
Las parábolas de JESUS sobre la misericordia divina son llamadas a la conversión contando con que nuestro Padre Dios está esperando la vuelta del pecador. Que se arrepienta y vuelva a Dios. Hasta en los últimos momentos de su vida, justo cuando le iban a prender en el huerto, JESUS llama a Judas -amigo., ofreciéndole la oportunidad de la conversión.
SAN JUAN BAUTISTA PREPARÓ LA VENIDA DEL MESÍAS
Cuando los sacerdotes de Jerusalén enviaron a preguntar a Juan Bautista quién era, contestó: «Yo soy la voz que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías. (Jn. 1, 23) Con estas palabras indica que preparaba el camino del Mesías, que había de venir, predicando la conversión y la penitencia. Sus palabras eran claras y fuertes.  Lucas  el medico amado narra esta predicación y cómo animaba a compartir con los demás lo que se posee, a no exigir más de lo que marca la justicia en los negocios, a no ser violentos, ni denunciar falsamente a nadie (cfr. Lc. 3, 1-18) Para conseguir vivir sin pecado proponía el bautismo de agua y el arrepentimiento. Sin embargo, JUAN el bautista siempre insistió en que estos medios eran insuficientes, pues él era sólo el precursor: «Yo os bautizo con agua para arrepentimiento; pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo. No soy digno de llevarle las sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era; reunirá su trigo en el granero, y la paja la quemará en un fuego inextinguible» (Mt. 3. 11-12)
Cuando Jesús fue a bautizarse al Jordán, le dijo: «Yo necesito ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí?» (Mt. 3, 14) Más adelante dirá de Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo» (Jn. 1, 29) San Juan Bautista no tenía el poder de perdonar los pecados, sino solamente predicaba la conversión y el arrepentimiento, preparando el camino del Señor. Como fruto de su labor fueron  muchos los que escucharon la doctrina de Cristo. Los dos primeros discípulos de Jesucristo fueron  dos discípulos de Juan Bautista: Juan y Andrés. Además de estos discípulos primeros, muchos otros discípulos de Juan fueron tras Jesús. Juan se llenó de alegría, añadiendo: «Conviene que El crezca y yo disminuya» (Jn. 3, 30). Aqui vemos la humildad de este fiel profeta de Dios.
¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN?
La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta que es pecador y necesita cambiar y volverse a Dios   La conversión a Dios incluye apartarse completamente de todo lo que aleje de Dios.
La conversión exige que se dé primero un arrepentimiento del pecado:
El pecado mortal hunde sus raíces en la mala disposición del amor y del corazón del hombre, se sitúa en una actitud de egoísmo y cerrazón, se proyecta en una vida construida al margen de los mandamientos de Dios. El pecado mortal supone un fallo en lo fundamental de la existencia cristiana y excluye del Reino de Dios. Este fallo puede expresarse en situaciones, en actitudes o en actos concretos.
Se puede decir, resumiendo, que: Pecado es todo acto, dicho o deseo contra la ley de Dios.
El siguiente paso será abrir el corazón a la luz nueva: «Dios es luz y no hay en El tiniebla alguna» (1 Jn. 1, 5) San Juan explica las posibles actitudes ante la conversión, diciendo: «Todo el que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, porque sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues están hechas en Dios» (Jn. 3, 20-21)
Todos los hombres llevan en su interior la posibilidad de una oposición a Dios. Por el pecado original la naturaleza humana ha quedado debilitada y herida en sus fuerzas naturales. La inteligencia se mueve entre oscuridades y cae fácilmente en engaños. La voluntad se inclina maliciosamente hacia conductas pecaminosas. Las pasiones y los sentidos experimentan un desorden que les lleva a rebelarse al impulso de la razón.
Esta inclinación al mal que todo hombre posee, se acentúa con los pecados personales y con la influencia de ambientes corrompidos.
Convertirse es, en definitiva, cambiar de actitud, desandar el camino andado. Es una vuelta a Dios, del que el hombre se aparta por la mala conducta, por las malas obras, es decir, por el pecado.
Esa vuelta a Dios, que es fruto del amor, incluirá también una nueva actitud hacia el prójimo, que también ha de ser amado.
EL REINO DE DIOS EMPIEZA CON LA CONVERSIÓN PERSONAL
Para entrar en el Reino de los Cielos es preciso renacer del agua y del Espíritu; de esta manera anunció Jesús a Nicodemo el comienzo del Reino de Dios en el alma de cada hombre. Para esta nueva vida Dios envía su gracia.
La conversión unas veces será de un modo fulgurante y rápido, casi repentina; otras, de una manera suave y gradual; incluso, en ocasiones, sólo llega en el último momento de la vida.

En las parábolas del Reino de los Cielos es muy frecuente que el Señor lo compare a una pequeña semilla, que crece y da fruto o se malogra. Con estos ejemplos indica que el Reino de Dios debe empezar por la conversión personal. Cuando un hombre se convierte, y es fiel, va creciendo en esa nueva vida; después va influyendo en los que le rodean. Así se desarrolla el Reino de Dios en el mundo. El camino que eligió Jesucristo fue predicar a todos la conversión, denunciar todas las situaciones de pecado e ir formando a los que se iban convirtiendo a su palabra.


“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3.19).

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma” (Salmo 19.7).




La doctrina de la conversión cristiana es un tema prominente en las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos. Cuando una persona se convierte quiere decir que la misma ha cambiado. Convertirse quiere decir “dejar de ser una cosa para ser otra” (Diccionario de uso del español)

La doctrina de la conversión

Nosotros “éramos por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2.3). Desde la antigüedad se nos casó con nuestros ídolos como el caso de Efraín. Para volver a Dios es necesario que haya una transformación; un cambio en nuestra mentalidad, en los deseos de nuestro corazón y en nuestra actitud hacia Dios y hacia el pecado. A nosotros nos es necesario experimentar un cambio completo en nuestras vidas de manera que agrademos a Dios al estar en armonía con su palabra. Cuando un pecador se arrepiente, Dios hace la obra de convertirlo en un cristiano. Los pecados que el pecador una vez amó ahora aborrece y las cosas buenas de Dios que antes aborreció ahora las ama. La conversión es una transformación completa: un amor nuevo en el corazón y una vida nueva en el alma.

Si no hay cambio, no hay conversión

Ésta es la conclusión inevitable a la que arriba el que con diligencia estudia este tema en la Biblia. Para ilustrar esto de una manera diferente lo haremos de la siguiente forma: Un bosque pantanoso puede ser convertido en un terreno fértil para el cultivo; la arena silícica se convierte en un vidrio claro con el cual se fabrican los parabrisas; el agua se convierte en vapor. En cada caso hay un cambio esencial que produce entonces la conversión.

También ocurre un cambio esencial que convierte al pecador en un hijo de Dios. Hay un cambio de mentalidad, de los deseos del corazón y de vida en esa persona. Sin tal cambio, aunque el incrédulo se afile a una congregación de creyentes, no será un hijo de Dios. Para estar en Cristo Jesús nada sirve a menos que la persona llegue a ser “una nueva creación” (Gálatas 6.15). Y cuando esa “nueva creación” existe por dentro, la persona manifestará por fuera una “vida nueva” en Cristo Jesús (Romanos 6.4). “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12.34). “La fe sin obras está muerta” (Santiago 2.26). 

“Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6.2). Cuando uno se convierte al Señor cambia sus caminos, desecha todos los hábitos pecaminosos y manifiesta los frutos de una vida justa en su andar diario.
Hay personas que dicen que se han convertido al Señor, pero con sus hechos lo niegan. Su lengua no ha sido limpiada de inmundicia y blasfemia, su orgullo sigue siendo parte de su vida diaria, su conducta es la misma de todos los días, sus negocios son tan fraudulentos como antes, su forma de vestir es tan mundana como las modas del mundo y siguen viviendo en los placeres pecaminosos que antes vivían. Concluimos, pues, que como no hay un cambio por fuera, tampoco ha habido un cambio por dentro. Tal persona no se ha convertido al Señor. Donde hay vida adentro hay luz afuera (Mateo 5.14–16).

Ejemplos de la conversión

Podemos formular un concepto correcto de la conversión cuando notamos los cambios en la vida de las personas que se vuelven hacia Dios. Notemos algunos ejemplos:
1. La mujer en la casa de Simón (Lucas 7.36–50)
Esta mujer había sido una vil pecadora, pero habiéndose arrepentido de su iniquidad, aceptó a Cristo como su Salvador y Señor, y fue limpiada de sus pecados. Al comprender la maravillosa gracia de Dios de salvar a una persona tan miserable como ella, su gratitud y lealtad no conocieron límites. Jesús la alabó por su devoción abnegada.

2. Saulo de Tarso (Hechos 9.1–18)
Este tal vez es el ejemplo más claro que aparece en la Biblia sobre la conversión de un ser humano. Al ser convertido, Saulo dejó de oponerse al cristianismo y llegó a ser un gran defensor de la fe. Un arrepentimiento genuino, la humildad, la entrega completa, la obediencia a Dios, el deseo de aprender y la voluntad de sufrir por causa de Cristo fueron algunas de las cosas que experimentó Saulo en su vida desde el momento que se convirtió.


3. El carcelero (Hechos 16.27–34)
El carcelero era un pecador de un corazón endurecido, y estuvo a punto de suicidarse cuando reconoció el peligro en que se encontraba en aquel momento. Sin embargo, él fue guiado a la luz del evangelio por la gracia de Dios y por medio de Pablo y Silas. Él dejó de ser un perseguidor para convertirse en un amigo de los discípulos. Creyó y fue bautizado. En esta historia breve que tenemos del carcelero nosotros notamos su cambio de actitud, su deseo por abrazar la fe de Cristo y su obediencia a los mandatos del Señor.

Verdades acerca de la conversión

1. La conversión consiste en un cambio radical  de vida.
Por ejemplo, piense en Saulo de Tarso. Aun después de convertirse se ve su entusiasmo, energía, valor y celo que tenía antes de su conversión. Su cambio consistió en pasar su fe del fariseísmo a Cristo, su lealtad del judaísmo a Cristo y cambiar su propia justicia por la justicia de Dios. Moralmente, la conversión significa un cambio de las normas del mundo a las del evangelio; es un cambio de las normas de Satanás a las de Dios. Es dejar de vivir para, agradar a la carne para agradar a Dios. 

2. La conversión viene al hombre unicamente por la gracia de Dios.
Fue la gracia de Dios la que alcanzó cambiar el corazón de la mujer pecadora en la casa de Simón. Fue la misma gracia la que envió la luz resplandeciente a Saulo de Tarso enemigo de la fe cristiana en el camino a Damasco y la que envió el terremoto a la cárcel en Filipo, haciendo posible la conversión del carcelero y su familia.

 Sólo la gracia de Dios puede convertir los corazones de los que tienen la voluntad de recibir el poder transformador del Señor. Jesús dice: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6.44).

3. Las personas “buenas” no consiguen la salvación sino por la conversión
Pablo, como cualquier persona religiosa culta y educada o sea  “buena”, necesitaba ser convertido por el Señor Jesucristo para obtener la salvación. Sus actividades religiosas, su obediencia cuidadosa de la ley y el celo con que se entregaba al servicio religioso eran nada más que obras superficiales, “trapo de inmundicia” (Isaías 64.6) porque nacieron de la carne. Pablo tuvo que estimar todo lo que había logrado por motivos y esfuerzos personales como pérdida para recibir a Cristo. Él tuvo que botar su propia justicia para recibir, por la fe, la justicia que viene de  Dios (Filipenses 3.1–9). 

Es decir, Pablo tuvo que convertirse para ser salvo.
Es notable lo dañino y pecaminoso que es el hombre “bueno” cuando se ve a la luz de la verdad. Pablo era un hombre muy bien educado e inteligente, tenía una personalidad dominante, poseía una “buena conciencia” (Hechos 23.1) y era celoso de la ley. Sin embargo, cuando vemos todas estas buenas cualidades absorbidas en su furor contra la iglesia del Señor notamos cuán lejos de Dios andaba. A él le hacía falta una conversión cabal.
Aquel fariseo que oró en el templo y relató una lista de buenas obras que él hacía no fue justificado como lo fue el pobre publicano a su lado. Ni las buenas obras, ni los logros, ni la fama mundana, ni la grandeza pueden traernos nada bueno delante de nuestro Dios santo. Nos queda volvernos “como niños” (Mateo 18.3). Tenemos que convertirnos.

4. El arrepentimiento es parte de la conversión
La experiencia de cada converso prueba esta verdad. “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3.19). En otras palabras, uno será convertido sólo si se arrepiente verdaderamente. Las personas que piensan que no necesitan arrepentirse pueden tener la voluntad de afilarse a una iglesia, pero con tal pensamiento y corazón nunca serán convertidas a Dios.


5. La palabra de Dios es un elemento esencial en la conversión
Pedro dice: “Y cuando comencé a hablar [la palabra de Dios], cayó el Espíritu Santo sobre ellos” (Hechos 11.15). Pablo dice que el evangelio de Cristo es “poder de Dios para salvación” (Romanos 1.16) y que “en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4.15). ¿Qué fue lo que primeramente dirigió hacia Cristo las mentes de las tres mil personas en el día de Pentecostés, al eunuco etíope, a Cornelio, a Lidia y al carcelero? Fue el mensaje de Dios lo que les hizo oír. “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma” (Salmo 19.7).



6. Dios usa a personas para mostrar a otros acerca de la conversión
En el día de Pentecostés los discípulos, llenos del Espíritu Santo, fueron usados por Dios en la conversión de tres mil personas. Toda conversión mencionada en las epístolas habla también de un siervo de Dios que ayudó en ello. “El que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5.20).
7. El momento oportuno para convertirse al Señor es cuando uno es joven
Convertirse cuando es joven tiene muchas ventajas: Hay un corazón más tierno, menos pecado de que arrepentirse, menos ofensas para corregir, menos nivel de influencia en extraviar a otras personas y, por lo general, una vida más larga de servicio cristiano. Hay muchas personas que escucharon el llamado de Dios en su juventud, pero rehusaron rendirse a él. Después llegaron a estar tan enredados en sus pecados que nunca rindieron sus corazones a Dios y murieron en sus pecados. “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos” (Eclesiastés 12.1).
8. Es Dios quien hace la obra de conversión
El hombre hace su papel, pero es Dios quien efectúa el milagro de la gracia en el corazón del mismo. Él hace el cambio maravilloso. “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer” (Filipenses 2.13). “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6.44). Nuestra parte es someternos a él y obedecerlo; Dios hace lo demás. Dios hace el llamado, el hombre se rinde y Dios acaba la obra. “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1.6).

Resultados de la conversión

Como ya se ha declarado, la conversión significa un cambio, una transformación, una “vida nueva”. Esto es lo que la Biblia dice que pasa cuando uno se convierte verdaderamente:
1. No anda “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
Todo hombre que se convierte muere al pecado y vive para Dios (Romanos 6.11). Su viejo hombre es crucificado (Romanos 6.6) y se viste del nuevo hombre creado según Dios (Efesios 4.24). Ya no sirve a la carne, sino sirve a Dios. Ahora él anda como Cristo anduvo (Romanos 8.l). Antes de la conversión andaba “siguiendo la corriente de este mundo” (Efesios 2.2), “en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres” (1 Pedro 4.2); pero todo esto cambia cuando la gracia transformadora de Dios convierte al hombre y le da la visión celestial.
2. Es adoptado en la familia feliz de Dios
“Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (...) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8.10, 14–15).

3. Es revestido de humildad
La verdadera norma de grandeza se declara en Mateo 18.1–4. Cuando las personas se convierten a Dios las mismas llegan a ser de un corazón manso, modesto y humilde. Cristo se refiere a sí mismo como “manso y humilde de corazón” (Mateo 11.29). Sus verdaderos discípulos son como él. (Lea Filipenses 2.5–8.)
4. Es revestido de justicia
“Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia” (Isaías 1.27). Cuando una persona se convierte trae su propia justicia a la cruz y en cambio recibe la justicia de Dios. Esta justicia ya no es como “trapo de inmundicia” sobre lo cual escribe Isaías (Isaías 64.6), sino la justicia verdadera de Dios que resplandece en su vida motivando a otros a glorificar a Dios. (Lea Mateo 5.14–16.)
5. Es celoso en la obra del Maestro
“Un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.14). (Lea también 1 Pedro 2.9.) Esta es una descripción propia del pueblo de Dios en todo tiempo. Los ejemplos de la conversión verdadera han sido hombres y mujeres cuyo celo por la justicia y la verdad fue conocido por todos los que los rodeaban.
6. Disfruta del compañerismo cristiano
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros” (1 Juan 1.7). Las personas de este mundo tienen compañerismo con los que andan por el camino espacioso de la perdición (Mateo 7.13–14). De la misma manera, las personas convertidas tienen compañerismo con otros que andan en las huellas de Cristo. Como cristianos, nuestro compañerismo aquí es solamente una anticipación de un compañerismo eterno con Dios y con los santos en la gloria.

BOLIVIA... DIOS NOS ESTA LLAMANDO A LA CONVERSION. SIGNIFICA DEJAR DE SER INJUSTOS DEJAR DE PRACTICAR LO.MALO DEJAR LOS VICIOS Y EMPEZAR A VIVIR UNA VIDA BUENA Y AGRADABLE A DIOS. ASI TENDREMOS LA BENDICION DE DIOS Y NUEVOS TIEMPOS!! Mira el libro. .Dios nos llama a la CONVERSION...esta gratis en mi blog redintercesores.blogspot.com

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